La vitamina C, conocida como ácido ascórbico, es un nutriente hidrosoluble que se encuentra en ciertos alimentos. Actúa como antioxidante, al ayudar a proteger las células contra los daños causados por los radicales libres, que se generan cuando las moléculas del organismo se dañan por la luz del sol, el humo, la contaminación, el estrés e incluso el mismo hecho de comer y respirar.
El cuerpo necesita vitamina C para producir colágeno, una proteína necesaria para la cicatrización de las heridas. La vitamina C también mejora la absorción del hierro presente en los alimentos de origen vegetal y contribuye al buen funcionamiento del sistema inmunitario para proteger al cuerpo contra las enfermedades.
¿Cómo podemos incorporarla?
Las frutas y verduras son las mejores fuentes de vitamina C. Para ingerir las cantidades recomendadas de vitamina C, es necesario consumir alimentos variados como: frutas cítricas, pimientos rojos y verdes, kiwi, brócoli, coliflor, repollo, frutillas, papas horneadas y tomates, melón.
El contenido de vitamina C de un alimento podría disminuir al cocinarse o almacenarse por tiempo prolongado, por eso cuanto menor sea la exposición al calor o al agua al cocinar los alimentos, mejor se conserva la vitamina. Afortunadamente, muchas de las mejores fuentes de vitamina C, como las frutas y verduras, se comen crudas.
Quienes comen frutas y verduras en abundancia corren menos riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular, cáncer, o incluso pueden recuperarse más rápido de un resfrio, debido a su alto contenido de antioxidantes, que son los responsables de mejorar el daño oxidativo celular. La OMS, recomienda aumentar el consumo de éstos alimentos a 3 frutas y 2 porciones de verduras al día, preferentemente, una vez al día crudas y otra cocidas.
Lic. Lanzeni Sofia – MP: 3672
Área de Nutrición
La Posada del Qenti