Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué como? ¿Hambre? ¿Aburrimiento? ¿Ansiedad?. Hay tres sistemas que determinan el hecho de comer.
Uno es el sistema homeostático o de necesidad enérgica; comemos para cubrir con las necesidades de energía de nuestro organismo. Este “hambre real” generalmente se produce cada 3 o 4 horas de la última comida (siempre que las comidas hayan sido completas), de allí la indicación de hacer 4 comidas al día; desayuno, almuerzo, merienda y cena. Cuando comemos el estómago se distiende y comenzamos a sentir saciedad (señal inhibidora del hambre). Luego cuando éste se vacía, segreta una hormona llamada Ghrelina que le informa al cerebro la necesidad de ingerir alimento nuevamente; a esto podemos llamarlo “hambre real o fisiológico”.
También comemos ante situaciones emocionales, estrés, aburrimiento, frustración, enojo, etc. El vínculo entre comida y emoción lo traemos desde muy temprana edad y lo seguimos asociando a lo largo de toda la vida.
La ingesta de alimentos produce un aumento de dopamina, neurotransmisor que genera calma y placer. Hoy en día el estrés es un determinante de grandes ingestas: utilizamos la comida como “recompensa” después de un día largo de trabajo y perdemos el control de lo que ingerimos.
Diversos estudios muestran que en estas situaciones buscamos Carbograsas o “confort food” ya que éstas evocan un estado placentero desde el punto de vista psicológico.
La mayoría de las veces que comemos ante emociones indeseables lo hacemos de manera inconsciente; de allí la dificultad de poner un límite y dejar de comer. Dopamina es igual a confort y placer, y aumenta también con el ejercicio físico, actividades recreativas y al aire libre. Todo lo que nos genere placer, sea leer, escribir, bailar, pintar, cantar, etc., aumenta nuestro nivel de dopamina.
Lo interesante sería reconocernos en estos estados y no “taparlos” comiendo, ya que esto genera únicamente kilos de más, sin soluciones, luego de la ingesta y que disminuya la dopamina; la emoción seguirá estando y lo único que generamos comiendo es ocultarla por un tiempo limitado.
Debemos aceptar que nacemos con derecho a comer… ¡y a comer rico! Porque también comemos ante lo Hedónico, por señales sensoriales especificas, como el “antojo” de las mujeres embarazadas.
De pronto sentimos unas inmensas ganas de ingerir un chocolate o helado, o si preferimos lo salado un sándwich de jamón crudo, queso y tomate. Hay que recordar siempre que “todo lo prohibido genera más deseo”. Entonces, ante este “hambre específico” disfrutá, no te lo prohíbas, hacelo de manera moderada, saboreando cada bocado, ya que cuando “tragamos” y no utilizamos los sentidos estamos expuestos al exceso.
Comemos porque vemos, por costumbre, porque tenemos comida al alcance de la mano.
Si estuviéramos más presentes al momento de comer podríamos percibir y sentir por qué comemos. Cuando comenzamos a ser conscientes de qué y por qué comemos, modificamos seguramente el tamaño de las porciones y la calidad de las comidas.
Lograr una pérdida de peso adecuada y saludable no es sólo cuestión de kilos. Debemos poner nuestro objetivo en cambiar la relación que mantenemos con la comida. Comer ante la necesidad real de calorías y nutrientes, para cubrir día a día con lo que nuestro cuerpo necesita, haciendo 4 comidas al día y eligiendo lo más sano, teniendo en cuenta lo hedónico, que se manifiesta ocasionalmente, sin prohibiciones ni culpas, sino con placer y moderación: si como lo justo, no hay exceso.
La clave es desasociar las emociones a la comida. ¿Cómo? Buscando bienestar y dopamina con otras actividades como el ejercicio, la música, el baile. Para esto es muy importante generar un ambiente seguro en nuestras casas y el trabajo. Si tenemos gran disponibilidad de alimentos calóricos, carbograsas (galletas, helados, chocolates, pastelería, snack) lo más seguro es que lo comamos porque lo vemos.
Entonces “lo rico” no te lo prohíbas… pero no lo tengas en tu casa. En la variedad está el equilibrio, cambiar las prohibiciones por la moderación y el placer de disfrutar cada bocado utilizando todos los sentidos, estando presentes al momento de las comidas y no haciendo otras actividades mientras nos alimentamos (como mirar televisión, trabajar en la computadora, hablar por teléfono, etc), sería un gran cambio para un estilo de vida más saludable.
Lic. María Soledad Del Boca
Área de nutrición
La Posada Del Qenti.
Fuente: www.clarin.com
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